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II, 3 Aquel Viejo Carro
Aquel Viejo Carro

Hace unos cuarenta años, cuando pasábamos por la Carrera 6ta, veíamos siempre un viejo y destarta­lado carro negro sobre la acera de la calle 12 con Carre­ra 7ma.

Después de varios años pasé y no vi el automóvil negro sobre la acera de la calle 12 con Carrera 7ma.

Despues de varios años pasé y no viel automóvil negro, me llamó la atención y pregunté a una amiga que vivía en esa cuadra, él, vecino de los dueños del carro, me contó:

El automóvil era del señor Medina y al fallecer, ni sus hijos ni su esposa sabían manejarlo; uno de los hijos menores de nombre Iván, era caprichoso, desobediente y maleducado, cada vez que su madre lo regañaba salía dando portazos y se sentaba horas y horas en el viejo carro, otras veces, cuando estaba comiendo y algo no le gustaba, lanzaba los platos o tazas. Su madre desespera­da no cesaba de repetirle:

¡Te va a salir el diablo por mentiroso, grosero y pe­rezoso!, en cualquier momento te dará una lección ..

Una noche Iván discutió con su mamá por una ton­tería, ella lo regañó y él salió dando un portazo y se cobijó dentro del viejo carro. Poco después se quedó dormido. Horas más tarde, mi hermana y yo hablába­mos en la ventana, vimos con asombro a un caballero muy bien vestido, de porte elegante y seguro; tanto su sombrero como su ropa eran de color oscuro. Se acercó al automóvil por tantos años estacionado y lo abrió. Se sentó en el lugar del chófer, prendió el motor y salió a gran velocidad. Asustados, mi hermana y yo nos mira­mos, mi hermana preguntó:

- Miguel, ¿quién es ese hombre?

Tardé en contestar, tan asustado estaba como mi her­mana, susurré:

- ¿Cómo prendió el carro si estaba dañado? ¿A dónde lleva a Iván...?

Pasaron las horas sin atrevemos a contarle lo sucedido a doña Graciela, hasta que la escuchamos llorando a su hijo. Luego, se asomó a la puerta creyendo que el muchacho estaba en el carro. Quedó petrificada cuando no vio ni el carro ni el mucnacho. Seguidamente vino hacia nosotros y nos preguntó:

- ¿Han visto a mi hijo? Me parece tan extraño..., el viejo carro no está ahí...

Le contamos lo que habíamos visto y ella horroriza­da exclamó:
 
- ¡Dios Santo, apiádate de mi hijo...! ¡No lo castigues...!
¡No permitas que ocurra lo que tantas veces dije a Iván...!

Tratamos de consolarla, rezamos con ella y así llegó el alba.

Escuchamos el ruido el ruido del motor de un auto­móvil y todos nos santiguamos, calle abajo sonaron unas fuertes pisadas ... , luego se abrió la otra puerta del carro y de él salió Iván, tan tranquilo como si no hubiera pa­sado nada.

Iván se había despertado en las afueras de San Cris­tobal, vio las luces a lo lejos y se dio cuenta que volaban sobre la ciudad. Sobrevolaron Táriba, Palmira, Indepen­dencia, Libertad y Rubio para volver de nuevo a San Cristóbal. El desconocido vestido de negro de la cabeza a los pies sonrió y dijo:

- Iván, ¿te das cuenta de lo que puedo hacer?

Él, asustado asintió con la cabeza.

He venido a buscarte para que cambies tu compor­tamientocon tu mamá y con tus hermanos. Eres grose­ro, patán, soberbio, mentiroso y holgazán, en lugar de ayudar no haces más que dar trabajo, si continúas así vendré a buscarte y nunca más verás esta hermosa ciu­dad ni a tu familia, escoge ...

Iván avergonzado bajó la cabeza y comenzó a llorar mientras decia:

- En...ade...lante..., me por...taré...siempre bien.

Muchas horas Iván y el desconocido estuvieron volando entre montañas y nubes mientras conversaban amigablemente. Al amanecer se despidieron, el desconocido aparcó suavemente el viejo automóvil, luego se esfumó entre nubes dejando en la calle un penetrante olor a azufre.

Cuando salimos a la calle aún las emanaciones de azufre estaban en el ambiente, todos rezábamos y llorá­bamos. Doña Graciela abrazó a su hijo a la vez que preguntaba:

- ¿Te ha pasado Algo?

- No mamá, mejor dicho si, desde este momento seré diferente y nunca más te haré pasar rabias.

El muchacho cumplió su promesa y doña Graciela vivió feliz con sus hijos.

- Pregunté curioso:

- ¿y qué fue de aquel viejo carro...?

Para evitar malos recuerdos lo vendieron a una chivera, no sabemos cuál fue su destino.


Testimonio: Luz Stella Carrero
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